miércoles, 15 de agosto de 2007

Conciderando

Enseñanza Espartana:

Tengo tantas pruebas por semana, que ya me dejaron de importar.

Tengo tan mala salud, que no me importa enfermarme

Tengo tan malas notas (en serio) que no un dos no me hace nada.

Tengo tan mala suerte en el amor, que otra pena no puede matarme.

Soy tan mal escritor, que una critica mala no es sorpresa.

Y cuando se acabe agosto, la primavera se adelantara, y junto a un montón de polen insolente habrá calor, sol, nubes, viento, chicha, vacaciones, descanso, más libros.

Luego vendrá Octubre, y más pruebas y jolgorios. Antes en Octubre habia teatro. Ahora no sé.

domingo, 5 de agosto de 2007


Ellos se amaban y correspondían. Les iba bien. Ella era un cliché de buena familia, y el ganaba un jugoso cheque mes a mes por su trabajo en el periódico del momento. Se conocieron en la misa del domingo, en el centro. Muchas familias saludándose, viudas respetables sonriendo alegremente y niños jugando a correr entre las montañas, como llamaban ellos a la gente qué se hacia montones y conversaba a buena distancia en el frente de la Iglesia.

Se vieron por primera vez y quedaron fulminados. El andaba con la familia de su jefe, personas respetables. Ella, con su propia familia, venerables terratenientes de vinoso apellido. A la semana siguiente comenzaron a hablarse, se extrañaban semana a semana hasta que él decidió invitarla a pasear. Llego en su funcional Ford T, verde y lustroso, cuidado con increíble esmero por el periodista. Fue una velada tranquila, comenzaron su noviazgo poco después.

En el verano fueron a Las Cruces, al sector norte. Paseo de familia donde todos contemplaron tranquilos el dulce mar de la Playa Grande.

-Donde está?- pregunto ella a la hora del Rosario, momento culmine de toda actividad recreativa en las Cruces Norte.
-Se desapareció mi hijita- le respondió la criada, escandalizada por la ausencia del caballerito a la Santa Actividad.

A la mañana siguiente lo vio llegar. Ojeroso, débil, pálido. El príncipe azul de buen sueldo y modales rectos pareciera haber mutado por la noche sin volver a su estado natural, o quedando en medio de una perturbadora metamorfosis, ni bien ni mal.
No quiso dar explicaciones, se mantuvo apartado todo el día, y el día siguiente. Era hosco con su amada y parecía aburrirse con facilidad.
Noche a noche desaparecía, sin previo aviso, y esquivaba de cualquier forma cualquier pregunta sobre el tema.

Un día ella decidió seguirlo. Vistió un grueso echarpe negro y salio tras el sin llamar la atención. Atravesaron juntos algunas cuadras, a ratos ocultándose. Él se daba vuelta constantemente, y ella se metía en cuanto callejón había a su alcance.

Todo Las Cruces Norte estaba en silencio, a oscuras. Las familias dentro de las casas rezaban el rosario con devoción absoluta. Antes de cruzar el límite, él se dio vuelta y miro con ironía las grandes casas señoriales. Luego la vereda y entro en el territorio de Las Cruces Sur.

El bullicio de las fiestas en cada casa y cada calle pareció confundir a nuestra dama, quien miro a cada lado tratando de seguirle el hilo a la realidad. Había olor a asado, a vino navegado y a jazz. Rápidamente su amado entro en una casa y saludo a todos con amigable familiaridad. “¡era hora!” le espetaban algunos alegremente. Ella no entendía nada, pero ahí estaba su novio, bailando, bebiendo y riendo junto a un mundo al que jamás ella había pertenecido.

De vuelta en Santiago, en un paseo en auto, a solas cerca del cerro San Cristóbal. (Donde nos es retratada la foto en cuestión) él la miro ardientemente y le dijo: “tengo algo que decirte”
Pero jamás pudo completar la frase. La policía iluminaba el auto y vociferaba apuntando con sus revólveres de muerte: “¡Bajen del auto mierda! ¡Pedro López Catrileo, queda detenido por tener vínculos con militantes comunistas!”

Y se lo llevaron. Tenía a la sazón 27 años y trabajaba como reportero del diario Oficial. La policía del presidente Gabriel Gonzáles lo recluyo en Pisagua, de donde jamás volvió.

Ella le guardo luto por algunos siglos. Entro a las monjas carmelitas al no resistir que sus padres la obligaran a casarse con otro.

jueves, 2 de agosto de 2007

Colegiooo

Los otros me miran en mala, yo camino, me gusta caminar cantando, el mp3 de la Ale que me vale por dos, a lo lejos siento cantar a Regina, miro el cielo, pateo pelotas, no quiero hablar con nadie. Hoy el día es demasiado hermoso como para escuchar disparates narcisistas. Solo quiero mis pensamientos que se intercalan unos con otros y con recuerdos y con cosas lindas y feas que se sobre y contraponen mientras camino. En cada esquina hay un recuerdo, me apoyo en un pilar, miro al cielo, a la tierra. Estos elementos que me hablan cínicamente hablándome sobre su forma de estar, de ser sintéticos y aparentar ser un pequeño mundo en pugna contra su destino. Eso es un colegio, y me parece tan eterno como el tiempo mismo.